¿Cuánto tiempo hace de aquello? ¿Veintitantos años…? Ahora parece algo muy lejano en el tiempo, pero seguro que todos recordamos nuestro primer contrato en la Caja, el sueño de “pasar a fijo”, de pertenecer a una gran entidad, de hacer carrera profesional, trabajar para nuestros vecinos, sentirnos respetados… Esos sueños son hoy más nostálgicos que nunca. Han sido reemplazados por el temor, por el aguantar malos modos y amenazas, precisamente, por parte de esos que, tras conducirnos hasta el desastre, nos responsabilizan del mismo.
Pero volvamos, por un instante, a aquellos días de hace veintitantos años… cuando teníamos un reconocimiento social, cuando nuestra profesión era bien valorada. La situación de tranquilidad en el sector financiero, propiciaba unos sindicatos acordes a cómo éramos nosotros mismos, poco reivindicativos, acomodados, predispuestos al pacto… y no tan beligerantes como eran, por aquél entonces, otros representantes de los trabajadores en los demás sectores de nuestra Economía.
Desde entonces hasta ahora, el ajuste de capacidad instalada hecho por toda la Banca española ha supuesto, concretamente desde el año 2.008, el despido de 84.018 trabajadores de nuestro sector ( un 30% ), el cierre de 18.044 sucursales ( lo que supone el 39 % del total ) y una concentración empresarial tan brutal que ha convertido el sector en un oligopolio. El cambio en la consideración social de la profesión y la mala reputación de la Banca, es un elemento que aumenta el nivel de stress de los bancarios. El sobreesfuerzo que conlleva hacer también el trabajo de los compañeros despedidos se traduce en horarios “más allá del horario”. Y la sensación de inseguridad en el empleo desgasta a la persona y deteriora el clima laboral. Es una obviedad decir que la insistencia de los grandes bancos en la digitalización tiene que ver con que los usuarios realicen sus propias operaciones, de forma que ellos necesiten cada vez menos personal y un menor número de oficinas.
Todo esto reclama cambios a gran velocidad en la acción sindical. La mala costumbre de pactar los Eres en las federaciones de los grandes sindicatos y no en las empresas, así como el inexistente apoyo social, nos tienen totalmente desorientados. Y la certeza de que, en nuestro caso concreto, este mes de enero es sólo un plazo que la normativa impone a la negociación del Ere y no el tiempo necesario para cambiar lo que ya debe estar acordado, atado y bien atado, entre los mayoritarios y la empresa, nos impulsa a pedir, a todos los compañeros que apoyan a esos sindicatos, que presionen a sus representantes para que el proceso sea transparente y conduzca al resultado menos malo para todos,
La revolución digital y la globalización pueden tener sus exigencias. El consumidor parece haber perdido conciencia de su poder. Y la codicia de las empresas no tiene fin. Pero desde la CGT, sindicato pequeño, pero digno y combativo, exigimos a las fuerzas sindicales con mayor representación en nuestra Entidad un compromiso de lucha para no vender nuestros sueños. Al menos, no tan baratos.