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La diosa Meritocracia te vigila

Quizá alguna vez, el que más y el que menos, lo haya pensado. “Si me esfuerzo, ven que rindo y además mi imagen goza de buena salud corporativa, difícil va a ser que me echen a mí primero, que me elijan para tal sagrada ceremonia. Tirarán primero de fulanito que se le nota que anda quemado, despistado, desmotivado, y además se queja a menudo últimamente. Hasta se ha negado a trabajar horas extras nocturnas y en fin de semana. Está jugando demasiado”. Y eso tal vez hasta lo sintamos como un alivio.

“¿Jornada reducida? ¿Ceñirme a mi horario? ¿Solicitar y exigir las vacaciones y descansos que realmente son justos y necesito por salud? Puf, vamos, ni planteármelo si quiero mantener el tipo y el puesto, ascender, progresar y que no empiecen a suceder cosas raras ni devenir problemas, staff, marginación, evaluaciones, insinuaciones, presiones…”. Y nos lo repetimos un día tras otro hasta creerlo ciegamente. “Porque yo lo hago por él o por ella (hijos, padres, pareja, futuro, estabilidad laboral, posición social…) precisamente”, nos autojustificamos.

Pero ¿Seguro que él o ella o aquello es lo que necesitan? ¿Te lo agradecerán a años vista?
No importa, todo da igual, pues la diosa Meritocracia velará por ti y responderá copiosamente a todas tus plegarias.

A ella le rindes buen culto, pero jamás te descuides, es sigilosa, posesiva, caprichosa, vengativa. No dejes de mirar nunca hacia atrás con el rabillo del ojo, desconfía hasta de tu sombra. «Cualquier compañero simpaticón te la juega y se planta en un periquete por delante de ti, pasando a ser el nuevo elegido», te susurrará. Está tras cualquier puerta o a la vuelta de la esquina, al acecho. En la cafetería, o, en el baño si pasas más del tiempo imprescindible. Sientes su aliento encima de tu cogote. A través de tu correo electrónico, tu teléfono móvil, y hasta en tu salón o tu dormitorio, en tu tiempo libre, y hasta en tus sueños. No la infravalores, siempre va a estar ahí con sus bellos cantos de Sirena, sus halagos y suculentas promesas de futuro, cada mañana cuando suene el despertador, cuando salgas de casa programado como un robot para ejecutar impecablemente su código. Siempre estará ahí tirando del carro del performance que hará que cada día en espiral eleves la apuesta anterior. Siempre hambrienta de más, sublime.

Si le agasajas y veneras con sacrificios, la diosa Meritocracia será tu aliada, tu garante, tu protectora. Tu benefactora. Pero si la fallas… Aquel desdichado día toda su ira se abalanzará sobre ti, hincándote su diente venenoso que inyectará la sustancia adecuada, en la dosis perfecta. Te despreciará, te marginará, te deglutirá. La Meritocracia te vigila. Te somete. Te parasita. Te reconecta cada mañana a su Red.

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